Simbolismo de la Estatua de la Libertad

Por: Gery Vereau
Hasta hoy me pregunto ¿Cómo es posible que con 1,500 policías y cientos de cámaras vigilando Times Square alguien haya podido dejar una bomba de fabricación casera en la zona? ¿Cómo es posible que un policía a punto de abandonar el servicio, Joseph Rodríguez, sea el principal acusado de esto?. No hay respuestas, el trascendido apunta a los problemas sicológicos del policía.

Pese a ello vi que la vigilancia en Times Square es impecable. El sábado, llegando a Nueva York, mi mochila, con seis libros para devolución en Queens Library, fue sometida a una silenciosa persecución policial en la estación del metro en Times Square. Cuatro policías relevados en postas, vigilaron el trayecto de mi mochila. La vigilancia no paró hasta un restaurante en el condado de Queens donde cené con mi madre.

Nada de que incomodarse, son tiempos de seguridad. Digamos como en el correo electrónico de Adam Mayblum, sobreviviente del atentado de las torres gemelas: Es el precio que pagamos.

Para un latino, y más si es periodista, haber vivido terremotos, asonadas y coches bombas, huelgas y paros furibundos, el terrorismo letal de Sendero Luminoso y la peste de las dictaduras represivas, parecería ser suficiente para hacerlo inmune a un suceso como el del 9/11. No es cierto. Ni siquiera el más fogueado corresponsal de guerra, que expone la vida de sobremanera, estuvo preparado emocionalmente para un ataque de las magnitud del ocurrido el 9/11 en Nueva York.

Hoy sabemos que son imprevisibles. Y que es una pequeñez cualquier incomodidad pasajera frente a lo que padecieron aquellos que injustamente perecieron en las Torres Gemelas. Pero Nueva York no le da tregua al temor. Al reabrir las puertas de la Estatua de la Libertad se hace más fuerte, porque demuestra que no les teme.