Por: Gery Vereau
Mario contaba que las cartas dirigidas a Victor Hugo no consignaban su dirección pero tal era la fama, y la cantidad de misivas recibidas por el autor de “Los Miserables”, que la oficina postal de París no tenía reparo en recibirlas y hacerlas llegar a su destinatario.
Esos menesteres de la fama, ora una dama fácil, vestida de colores chillones y con la cartera dando vueltas en el brazo, ora una dama recatada, con los pies bien puestos en la tierra y dinero ganando intereses en una cuenta bancaria, no son menospreciados por el novelista. Empero MVLL recomienda a los escribidores, en “Cartas a un joven novelista”, más preocupación por la calidad y la buena factura de la novela que por los esquivos bienes y servidumbres que acompañan a la dama fama.
La fama en el ámbito literario, y la de Vargas Llosa es sin duda de la estirpe recatada, definitivamente no está completa si no lleva en la cartera el Premio Nóbel de Literatura, que convierte cada año a la Academia de Artes y Ciencias en la miel que todas las moscas del mundo literario, empezando por los editores que verán incrementadas las ventas del autor nominado, gustarían saborear.
A propósito de ello, fui testigo de que un colega periodista, cuando el autor de “La Tentación de lo Imposible”, su ensayo sobre Victor Hugo, terminaba de recibir un premio en America´s Society, en la avenida Lexington de Nueva York, le hizo una pregunta estúpida: si se sentía frustrado por no haber sido el designado para el premio Nóbel de Literatura, creo, del 2004. Vargas Llosa dijo por supuesto que no. Aún así todos los años está entre los nominados.
Claro que hay que también hay que estar detrás del premio para conseguirlo. No hay memoria escrita de que José Luís Borges, o el estado argentino, hiciera algún intento por influenciar ante el Comité del Nóbel de Literatura, para que consideren su premiación. La leyenda apunta a señalar que el calificativo de derechista que Borges llevaba a cuestas, no sin cierta sorna de su parte, fue el factor que primó para no darle el premio.
No basta ser un buen escritor hay que hacerlo saber a los miembros del Nóbel. Un artículo, refundido entre las muchas crónicas bien escritas de Gabriel García Márquez, “El Fantasma del Premio Nóbel” de 1980, dos años antes de recibir el Nóbel, demuestra que conocía muy bien los meandros, pasos, cumbres y desfiladeros que llevan hacia la grata nominación. Como cuando relataba el encuentro y cena con el poeta y académico Artur Lundkivist, miembro del Comité de elección, y profundo conocedor de la literatura latinoamericana señalado como el que llevaba adelante la “batalla secreta” por los latinoamericanos en su carrera al Nóbel.
Todo ello, claro está, sin menoscabar la calidad de los premiados y la merituación escrupulosa que hace el comité del Nóbel, aunque a veces se deje influenciar por los colores que exhibe un escritor o se equivoque sin remilgos como cuando le otorgó el premio Nóbel de literatura a Winston Churchill.
Otro caso, que tampoco menoscaba la calidad y justeza del premio, es el de Pablo Neruda, premio Nóbel en 1971, a quien, como relata el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards, en “Adios Poeta”, quien fuera secretario de Neruda en la embajada chilena en París y muy amigo del vate, la primera vez se le fue de las manos el Nóbel por las inquinas dirigidas desde La Habana, que lo habían, de alguna manera, vetado. Dicho sea de paso, Edwards relata como el gobierno de Salvador Allende ordenó una exposición de las obras de Neruda en Estocolmo, mientras los academicos debatían la nominación, y se lo ordenaron hacerla !en medio de una feria de ganado vacuno!. Edwards, y también GGM, saben, y consta en sus escritos, que Neruda sabía de la nominación antes de que la prensa tenga conocimiento.
Claro si uno tiene ciertos contactos, casi todos los nominados los tienen, son avisados con anticipación y antes de ser dada a conocer la nominación a la prensa. De manera que nada más falso que aquella imagen del escritor sellado a cal y canto en su casa a la espera de la crucial llamada o telegrama, como en la novela ¨El Cartero de Neruda de Antonio Skarmeta¨, comiéndose las uñas y acabando con las provisiones de vino de la despensa.
Por lo demás antes que el propio Vargas Llosa sus seguidores literarios estamos esperando en un vilo a cuando le dará la gana al comité del Nóbel otorgarle el Premio Nóbel de Literatura. .
Quizá sea el tiempo, más aún cuando aquel que libraba las "batallas secretas", Artur Lundkivist, murió en 1992, de formar un comité pro-Premio Nóbel para Mario Vargas Llosa, en base a la calidad de su obra que, en mi parecer tiene cumbres como “Conversación en la Catedral” y “La Fiesta del Chivo” y raros altibajos como “La Historia de Mayta”. Aunque mirándola bien esta espera tal vez sea, también, un acicate para que MVLL continúe desafiando a sus lectores con una próxima obra.
-Gery Vereau, periodista radicado en Nueva York.
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Monday, April 03, 2006
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