Friday, December 01, 2006

La Ley del Trabajo Inmigrante

Por: Gery Vereau
Hoy, viernes, podría llamarse, en Nueva York y en cualquier ciudad con fuerte presencia latina de los Estados Unidos, el Día de la Remesa. La mayor parte de latinos, frente a la ventanilla cuentan dos veces, para que no se les vaya un billete demás, el dinero que se envía a la familia.

En base a eso, un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, decía que el estado de Nueva York es, con 3,717 millones de dólares generados para remesas, después de California y Texas, desde donde se envía más dinero hacia nuestros países. Ahora bien, mucho se ha hablado del dinero que ganamos aquí pero casi no se habla de lo que realmente aportamos a la ciudad o estado donde trabajamos.

Y se quiere olvidar lo que me gustaría llamar, a falta de un mejor nombre, La Ley del Flujo del Trabajo Inmigrante: que la demanda de mano de obra extranjera es directamente proporcional a la escasez de mano de obra o a la oferta de trabajos que nadie quiere hacer en determinada ciudad o país.

Aclaremos que si bien es cierto que los trabajos se están “exportando” a China, donde se paga a dólar o, a veces, a centavos de dólar por hora de trabajo, los inmigrantes latinoamericanos, y las minorías más recientes en general, hacemos en su mayoría los trabajos que no pueden ser exportados y que necesitan una presencia física en el lugar como cocinar, atender a la mesa, lavar platos o hacer el ¨deliveri¨ en los restaurantes de Manhattan; despachar y acomodar la mercancía en las bodegas de Queens; construir edificios y casas en Long Island; vender desde anuncios de periódicos hasta maquinas para tarjetas de crédito en Brooklyn o empacar, clasificar y distribuir los textiles y demás productos que llegan mayormente de China, por citar algunos de los más comunes.

En mis cálculos, los inmigrantes latinoamericanos aportamos a la economía del Estado, y principalmente a la economía de la ciudad, alrededor de 120 mil millones de dólares anuales, equivalente a cerca de un quinto del presupuesto de la ciudad de Nueva York.

Si convenimos en que los 3 millones de latinos que viven aquí perciben un sueldo o salario de 20 mil dólares promedio anual, un promedio bajo de lo que percibe por salario un latino en los Estadios Unidos, nos arroja 60,00 millones de dólares anuales. ¿Entonces de donde sale la cantidad de 120,000 millones de dólares anuales? Esto es porque se supone que cada inmigrante debe representar para su empleador, como mínimo, una productividad igual a dos veces el salario que le ha pagado.

A eso considéresele un algo más representado en los seguros que no se le paga al trabajador, los aportes al seguro social y al IRS que no se depositan, las horas extras impagas, etc. Que podría significar un 30 por ciento más, unos 18,000 mil millones de dólares, que se ahorran los empleadores. Es, repito, un cálculo a la baja, porque un cálculo escrupuloso, más “científico” dirían algunos, podría, como lo hace la industria del Bienes Raíces, fijar en $25,000 el promedio de ingresos anual que recibe un inmigrante latino.

Esto dicho sea de paso, es un sueldo de pobres comparado al ingreso promedio nacional de los Estados Unidos que es arriba de los 40 mil dólares anuales. Además, no se considera el gran movimiento comercial que existe alrededor del afán de compra y de endeudamiento latino.

Entonces ¿a que vienen todas estas sumas y multiplicaciones? Pues que esa importante contribución económica a la ciudad, y al Estado de Nueva York, debe ser tomada con mayor consideración por las autoridades.

¿Acaso no es cierto que los jornaleros trabajan en condiciones de inseguridad y expuestos a sufrir accidentes y muerte? Que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, tome atención del tema de los accidentes laborales y ponga el teléfono 311 a la disposición para denunciar condiciones de inseguridad de los trabajadores de construcción no parece suficiente. ¿Los inspectores de la ciudad saldrán a las construcciones para supervisar las medidas de seguridad?, ¿Las penalidades por no ofrecer condiciones de seguridad serán ejecutadas, es decir pagarán sus multas los infractores?, ¿La ciudad asumirá también su parte y responsabilidad en las indemnizaciones?

El otro tema está en manos del gobernador Electo, Eliot Spitzer, y la legislatura estatal de Nueva York ¿Este osará, en compromiso con el apoyo latino a su postulación y triunfo, empujar a la legislatura para que se les otorgue licencias de conducir, sin que sirvan como documento de identidad, a los inmigrantes? Esperemos que estas preguntas tengan respuestas en los hechos.

Estos dos temas no engloban toda la problemática latina, el tema principal sigue siendo el de la legalización de la situación migratoria, pues es el tema que está más a la mano, y en el discurso, de nuestras autoridades y por el cuál esperamos se nos atienda.

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