Wednesday, May 23, 2007

Nueva York: Quien Contamina Paga

Por: Gery Vereau
Sonaron fuera de lugar estas palabras del alcalde Michael Bloomberg cuando presentó el PlanVerde para Nueva York: ¨Es tiempo de parar el debate y comenzar a trabajar¨, porque al presentarlo a los medios de prensa lo que hizo fue invitar al público a que piense, opine y se pronuncie sobre ella. Y es más, su aprobación final, por lo menos en lo referente al aumento de peaje, depende del debate entre los concejales de la ciudad.

El debate es un pariente directo de la crítica como ésta lo es del progreso. Sin crítica no hay sociedades abiertas. No se puede olvidar que al lado del capital, la tecnología, la productividad, la independencia de poderes o las elecciones está la crítica como un elemento vital de la sociedad moderna. Se le olvida: la crítica es la pariente pobre del progreso. Sin ella no hubiera sido posible gran parte del desarrollo del occidente próspero. Por eso es que suena fuera de lugar que por segunda semana consecutiva -la anterior se quejaba de los editorialistas: ¨para ellos nada es lo suficientemente bueno¨- saque el cuerpo a la crítica en lugar de ponerse a su lado.

No parece que detrás de ello hubiera mala sangre. No sé lo que ocurre entre sus asesores pero en los ciudadanos de a pie tales desafinadas nos ocurren en el tránsito de una estación a otra cuando la luz del sol parece alargar los días y nos sorprenden fuera de base.

Pese a ello, en mi opinión, la iniciativa del alcalde Bloomberg solicitando cobrar peaje a los vehículos que ingresen a Manhattan, que ha sido dentro de su propuesta para hacer de Nueva York una ciudad menos contaminada la que más ruido ha generado en los medios de prensa, es una medida redonda y que cae como martillo en el clavo.

En principio porque una ciudad es de los ciudadanos y no de los vehículos. El ruído, las emisiones de dióxido de carbono, el embotellamiento vehícular y la pérdida de tiempo que ello significa es una agresividad cotidiana que el peaton sufre en silencio.

El alcalde ha citado a ciudades como Lóndres o Singapur, donde el sistema pago ha controlado la circulación y contaminación vehicular en el centro de la ciudad, que hay que secundar porque coincide, en pequeña escala, con el principio ambiental de que el que contamina paga. Más sencillo podría resultar prohibir el ingreso de vehículos a Manhattan, pero es una sencillez falsa: es imposible de aplicarse. Con ello no queremos hacer una opinión a la medida del alcalde -no hay miedo en coincidir tampoco en discrepar- sino a la medida del verdadero actor de la ciudad: el ciudadano.

La contaminación ambiental es un tema que ha ganado derecho de ciudad luego de mucho tiempo de permanecer en segundo plano. El principal motivo ha sido, siempre dicho a media voz como para no despertar el sueño del vecino rico y poderoso, creer que menos contaminación es menos industria y por lo tanto menos trabajo y menos ganancia. Todo ello es, o debería ser, agua pasada. Es un asunto en el que no caben banderías políticas ni cálculos subalternos más aún cuando la semana pasada se publicó, en éste mismo diario, una nota de susto: Si se acelera y no se controla el cambio climático, ciudades como Nueva York -la otra sería Hong Kong- serían las primeras en sufrir calamidades.

Es por ello que la propuesta verde, de 127 acciones a tomar, del alcalde Blomberg es oportuna. En el debate está mas cerca de Thomas L. Friedman (The Greening of Geopolitics) que de Al Gore (La Verdad del Cambio Climático). Friedman propone que se creen ¨Estados verdes¨ en los Estados Unidos Al Gore no llega a ello. En términos prácticos eso es lo que dibuja la iniciativa de la Administración Blomberg: que el liderazgo de las iniciativas del medio ambiente sea tomado por las ciudades o estados con medidas específicas y a la vista, que realmente puedan ser puestas en práctica.

Que en los 14 consejos ambientales propuestos por Al Gore se pida sembrar árboles y que el alcalde Bloomberg proponga plantar un millón hasta el 2017 -en las matemáticas de Gore eso significa que estos arboles eliminarán un millón de toneladas de dióxido de carbono en su vida útil- es significativo.

Todo esto nos compete y, compromete, a la comunidad latina que ya es una porción importante de la población de Nueva York y su área metropolitana.

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