Friday, November 21, 2008

Vargas Llosa y los libros malditos

por: Gery Vereau
Soy peruano, pero debo a Nueva York las pocas oportunidades que tuve de ver en persona a Mario Vargas LLosa. La mayoria de las veces en su ropaje literario -aún no sé si es posible hacer la disección- y muy pocas veces en su ropaje político.

Casi todos los artistas o escritores suelen decir que les gusta Nueva York porque aquí, a diferencia de sus países, disfrutan del tibio ropaje del anonimato. Con Mario Vargas LLosa es distinto, al menos en el mundo latino de Nueva York, porque voluntaria o involuntariamente la figura de ese señor elegante, alto, siempre de traje, que te mira fijamente cuando habla contigo o te firma un libro, es reconocido por latinos de todos los pelajes: sus admiradores y sus adversarios que lo leen y niegan que lo hacen pero que, como se dice en peruano, rajan de él en público.

La primera vez que lo vi, fue en el Centro de Graduados de la Universidad de Nueva York, donde presentaba su magnífica novela La Fiesta del Chivo. Me acerqué con una edición peruana, de aquellas ediciones rústicas que se lanzaron con un sello, a menor precio, para sacarle la vuelta a la piratería, y estampó su firma sin miramientos en el pobre libro que llevaba sobre sí los rigores de lecturas en trenes, buses, desayunos derramados y anotaciones inescrupulosas en su cuerpo. Meses más tarde me dí cuenta que pesaba una maldición sobre los libros de MVLL que llegaban a mis manos.

La segunda vez que lo ví fue una sorpresa. Presentaban La Fiesta del Chivo, en la adaptación teatral del colombiano Jorge Alí Triana en el teatro Repertorio español y, sin previo aviso, se presentó Vargas LLosa junto al director colombiano. En sus palabras, cuando refirió que en la época de Trujillo en República Dominicana habían madres que entregaban a su hijas como una ofrenda para que las hagan mujeres, descubrí que habían realidades que resultan difíciles, pero no imposible como lo demuestra la novela, de llevar a las ficciones. Pero nada de eso me anunciaba la maldición.

La tercera vez que lo ví fue en America´s Society, en Manhattan también, donde recibía una proclama de la institución. Yo cubría el evento para un periódico local. Texto y foto fue la comisión que recibí. Al salir Vargas LLosa en compañía de su esposa Patricia y el entonces representante de España ante las Naciones Unidas y su esposa, se abrió la puerta y una fuerte ráfaga de viento misterioso agitó las cabellera, las gabardinas, los trajes y abrigos de todos ellos. Disparé el obturador y ...click perennicé una imágen con una aura de ciudad gótica. No quise ver en ello ningún designio fatal.

La cuarta vez que lo ví me firmó su novela ¨El Paraiso en la otra esquina¨en la que relata la vida extraordinaria de la feminista Flora Tristán y el aprendizaje artístico y la vida de un ex-corredor de bolsa ganado para el arte: Paul Gauguin, conocido como ¨El peruano salvaje¨, sobrino de Flora.
Lo que pasó es que el libro, que tenía la firma de MVLL y muchas anotaciones que hacían un mapa de las emociones, sorpresas y citas o diálogos que me habían impresionado y que solía releer, lo presté a una amiga y, cuando la amistad amenguó resulta que el libro no me fue devuelto.

Desde ese libro me comenzé a dar cuenta que una maldición -sólo a mí me tocó por lo visto- pesaba sobre los libros de MVLL que llegaban a mis manos.

Eso lo comprobé ya, cuando compré la novela del amor masoquista que es ¨Travesuras de una niña mala¨ que, como ustedes saben, trata del amor imposible de Ricardo con una limeña avispada que se involucra con personajes de mucho mundo y dinero que la hacen vivir, sufrir también, la vida opulenta (y falsa) que ella creía que se merecía, mientras su amor peruano sufre por ella y le sirve de refugio entre aventura y aventura. El New York Times comparó ésta novela con Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Llevado por mi entusiasmo presté el libro a una amiga que vivia una experiencia de amor masoquista, no del que pegan, sino del que ama a pesar de los desprecios, desplantes y cuernos varios, para ver si así se redimía. Ella sencillamente no me lo devolvió y perdí el libro y su amistad. Nunca más me respondió el teléfono

Debo decir que ese dicho que sostiene que ¨prestar un libro es una necedad pero mas necio es el que lo devuelve que el que lo presta¨ no venía al caso porque todos los libros que había prestado siempre me habían sido devueltos.

Rememorando el caso, lo mismo me pasó con la Fiesta del Chivo, que lo presté y me lo devolvieron por correo, más nunca llegó a mis manos. Que consté -y lo constaté- que me lo enviaron por correo certificado y para mayor certeza me enseñaron la constancia del envío.

No he contado que otro libro de MVLL que traje de Perú fue¨La Guerra del Fin del Mundo¨, acerca de la rebelión de los Canudos cuyo líder es célebre porque propone abolir la Ley de la Gravedad por decreto en el Brasil, y junto con él vino una edición faccimilar de las obras completas de César Vallejo, éste libro, obviamente más caro y con empaste de lujo, lo presté y si me lo devolvieron.

Una amiga me pidó prestado ¨La Guerra...¨ y al cabo del tiempo me juraba y rejuraba que me lo había entregado con un amigo que dijo que iba de parte mía, me dió el nombre incluso (pero el ya había muerto en el Perú) hora y fecha. Me ofreció pagarlo -como caballero no acepté- pero estaba segurísima que el difunto se había aparecido a pedirle el libro.

Recuerdo también que me enviaron del Perú, en edición pirata, el libro de MVLL sobre Victor Hugo: La Tentación de lo Imposible. Un viernes del año 2005, año en que se publicó, tomé un bus de Nueva York para Paterson, en la bolsa cargaba ese libro más ¨Memorias de mis Putas Tristes¨ de Gabriel García Márquez. Me puse a leer el primero para aprovechar los 35 ó 40 minutos del viaje y una viejecita inocente, creo que su hija era lectora de MVLL, me lo pidió prestado solamente para anotar el nombre. En eso el vehículo -era un bus hispano no del NJ Transit por eso se toman ciertas libertades- nos dice que tenemos que pasar a otro bus porque tenía insuficientes pasajeros y no le salía a cuenta viajar así . ¿ Y que creen? la viejecita se quedó dentro seguramente para retornar adonde partió. Cuando reaccioné ya era tarde, se había ido.. con mi libro.

No les cuento porqué la novela ¨Conversación en la Catedral¨ la tuve que comprar por segunda vez. Pero de ahora en adelante he jurado no prestar jamás ningún libro de Mario Vargas LLosa a nadie, salvo claro que mis hijas me lo pidan.

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