Wednesday, January 07, 2009

!Welcome To The Empire State!

por: Gery Vereau

Es hoy, luego de la desaparición de las torres gemelas, el edificio más grande de Nueva York. Hay más grandes en otras partes, desde luego, cómo El Sears de Chicago. 

Pero el Empire State conserva su fama sólida, a prueba de cualquier diatriba. Aún en las épocas de crisis o de bonanza mantiene incólume su prestigio.

Soy poco propicio a visitar edificios. No subí a las torres gemelas, tampoco he subido a la Estatua de la Libertad, prefiero visitar la casa donde vivió Edgar Alan Poe en Nueva York, o las cataratas minimalistas del Green Acre Park de la calle 52 y la segunda avenida en Manhattan o, claro, el parque Central de Nueva York o, a cuál mejor, pasear por la Quinta Avenida y sus mares de gente y escaparates o como no, Ellis Island.

En cambio, el Empire State me ha seducido. Una mañana de estas frías, casi heladas, de los últimos días del 2008, me tocó visitarlo mientras afuera, poniéndole buena cara al frío, unas 200 personas esperaban turno para subir al observatorio y adentro otras se retrataban en el lobby del edifico ante dos sólidos y altísimos árboles de navidad. Entré por una de las puertas laterales y uno de los guardias con uniforme grandilocuente me indicó que para ir al piso 51 debía seguir derecho, luego presentar mi Social Security a una de las personas que esperaba en uno de los pasos camino al ascensor y someterme al detector de metales.

Me recibió un afroamericano, también uniformado, ya camino a ser anciano y me forzó a recordar que Dustin Hoffman había dicho, en Europa, que allá hay mucha más consideración con el envejecer y con el anciano que en Estados Unidos. Cierto, pero aquí la vida laboral de las personas se extiende más, casi hasta el límite del vigor. 

Es que aparte de la edad reglamentaria para jubilarse aquí buscan otros trabajos o quehaceres, cómo los dos adultos mayores -anciano es casi una mala palabra aquí-  representantes de Weehaken Citizens for Peace, que un día antes, en la orilla del rido Hudson que corresponde a Nueva Jersey, portaban carteles con !Out Now! y !Honk for Peace!

Y el uniformado afroamericano apenas me vio me dijo !Welcome to The Empire State! con una sonrisa iluminándole el rostro que me conmovió hasta los cimientos del espíritu.

Huelga decir que soy lo que se llama un tipo que, exteriormente, se conmueve poco. Mejor dicho soy de los que se rien más para sí mismo que para el resto, lloró sólo para mí, canto para las cuatro paredes de mi vivienda, sin testigos y, además, bailo poco.

Pero el  !Wellcome to  The Empire State! estaba dicho no como una frase convencional del buenos días - tengo 45 años y ya sé distinguir-  que uno dice a todos y a ninguno cuando entra a una oficina y los que quieren contestar lo hacen con una sonrisa de circunstancias, cómo me ocurrió luego en la recepción del piso 51, con dos jóvenes amabilísimas. 

Esta era una frase dicha desde el fondo del corazón. Sentí como cuando uno lee algo que está escrito con pasión. Como quería Nietzsche cuando  decía que sólo amaba aquello que alguien escribe con su sangre, que es escribir con el alma: Escribe tu con tu sangre y verás que la sangre es espíritu (Así Habló Zarathustra). O como cuando alguien encuentra una pintura que le conmueve porque ha sido pintada desde las entrañas. Cómo cuando Vincent Van Goh le dijo a Paul Gaughin: Maestro enséñeme a pintar como usted, usted pinta con el falo.

Me retiraba sin verle una vez más el rostro al anciano afroamericano. Más al registrar mi maletín  encontré que me había olvidado el caparazón del flash, el socorrido bounce, de la cámara fotográfica, en la oficina del contador Jeffrey Segall a quien le fui a tomar unas fotos para el anuncio de un periódico. 

Tomé el camino de regreso y nuevamente tuve que pasar por el registro de los rayos x, allí me volví a encontrar con el anciano afroamericano quien me dijo, sereno y sin la cara de sospecha que le ponen a uno en otros lados: -Tu acabas de subir. !Welcome to The Empire State!  

El !Welcome...! tenía la misma fuerza sísmica del primero.

Este es un hombre, pensé, que todas las mañanas al levantarse se dice a sí mismo !Trabajo en el Empire State!.

El mismo orgullo que se siente al decir !Vivo en New York!, ...pese a los Madoff.

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