Friday, December 25, 2009

Infelicidad neoyorquina, felicidad neoyorquina

A veces los números sirven para hacer sumas equivocadas o lecturas equivocadas. Una de ellas recibe el nombre de Índice de la Felicidad y presume haber descubierto, luego de juntar cifras y estadísticas de aquí y de allá. que los neoyorquinos, más precisamente los habitantes del estado de Nueva York, junto a los vecinos de Nueva Jersey y Connecticut, son los más infelices de los Estados Unidos.

Lo que han hecho Stephen Wu, del Hamilton College de Nueva York, y Andrew Oswald, de la Universidad de Warwick, parece un chiste negro de un noche de copas que lo han mandado a envolver como regalo de navidad para nosotros.

Es posible que Andrew Oswald no esté equivocado al pensar que las personas se mudan a Nueva York, desde el interior de los Estados Unidos como desde otros países, “porque piensan que van a un lugar maravilloso y se encuentran con los altos precios de las rentas, etc, etc,”

Más olvida que quienes migran a la Gran Ciudad ya saben lo que se van a encontrar, lo que tienen que soportar, y la medida de su realización la va a dar el grado de empeño, astucia, entrega, habilidad e inteligencia que le pongan a sus objetivos. Si, objetivos, dejen descansar un poco a la palabra sueños que de tanto uso la moneda se desgasta.

Hablar de felicidad a estos inmigrantes suena vano: están en carrera por construirse un futuro: la medida de sus logros la determinan ellos mismos. La fuerza interior, el fuego inmigrante, que encuentran en Dios, en la familia o en ellos mismos, es la llama que los mantiene en pie.

Hay varias organizaciones que se dedican, en el mundo, al ocioso afán medir lo inmensurable: la felicidad humana. Una de ellas, Happy Planet, arrojó hace poco resultados, a escala mundial, de dudosa índole.

Que los cubanos que viven en Cuba con carestías bíblicas son más felices que los peruanos, que los haitianos que pasan mil y una penurias diarias son mas felices que los estadounidenses.

A su vez los haitianos son, para vergüenza de Europa , más felices que los suizos y los suecos, capitanes del Estado de Bienestar, orgullo del Viejo Mundo.


Si son dudosos los resultados de estos esfuerzos de gabinete, ninguno de estos estudios es un resultado de preguntas directas al hombre al pie de la calle- los propósitos iniciales son loables: todos incluyen el factor medio ambiental y la esperanza de vida como variables, entre otras, para elaborar sus pronósticos.

Es como decir que no han dado en el clavo pero han usado un buen martillo, porque la felicidad no es la misma para el que vive en las garras de una dictadura que para el que vive la angustia de la hipoteca vencida. Tampoco es la misma para el que literalmente vive bajo el puente que para quien disfrutando la fama y la riqueza del éxito está atrapado en la adicción al sexo o al juego.

En consecuencia me repito: hasta los más lucidos tienen distintas respuestas. Pregúntele a Fernando Savater que es la felicidad y él responderá: es aquello que brilla donde yo no estoy. Pregúntale a Kant sobre la felicidad y te responderá que lo importante no es la felicidad sino es ser digno de la felicidad. San Agustín decía que la felicidad es el gozo de la verdad, pues quien goza de la verdad goza de Dios. (Foto: Gery Vereau)












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